domingo, 27 de febrero de 2011
Vivir con el viento
Hoy es uno de esos días en los que llenaría la bañera de espuma para jugar con las pompas de jabón. Me taparía con una manta de lana y viviría cuatro o cinco sueños en una sola siesta. Tranquilidad.
lunes, 14 de febrero de 2011
Que perdure San Valentín y todo su rollo comercial.

Es entonces cuando me pregunto si de verdad es tan malo decir te quiero los catorce de febrero... Que sí, que se debería decir todos los días, pero siempre nos descuidamos... O lo decimos tanto que, al final, la palabra ya no cumple esa función renovadora que cumplía antes. Y pierde su esencia. Y ya no vale tanto. Hay tantos te quiero verdaderos que escasean ahora mismo por el mundo que... ¡Ojalá hubiera cosas como ésta más días al año! Pero, volveríamos a girar la ruleta, ''si hubiera más San Valentines, decir te quiero hoy, no tendría el mismo significado para aquellos que, una vez al año, al menos, decidimos abrir nuestro corazón, comprometernos con una sonrisa y regalar un beso que, aunque fuera el mismo que ayer, llevara cargado "un no sabes lo orgulloso que me siento por tenerte a mi lado" Y esas cosas que se suelen pensar cuando besas.
Lo último que quiero decir es que, es más sencillo estar y vivir. No prometer, ni vender. Es mucho mejor agarrar una mano, que prometer que la agarrarás siempre. Es mucho mejor vivir un beso que decir que, morirías por uno o por uno más. Es mejor sentir poco que intentar agrandarse el corazón para decir yo amo más que nadie. Porque, son más verdaderos los que poco a poco construyen un sendero, que los que rápidamente, cruzan un océano. Y eso siempre ha sido así.
Pero que viva el amor. El hamor sin h, claro. Porque los últimos son un error que daña la vista, los sueños y la esencia de los que, todavía, creemos en él. Y sin el permiso de las dos personas de la foto, me apropio de ella para este día tan especial. Porque siempre hay quienes te demuestran que puedes seguir escribiendo estas bobadas...
sábado, 12 de febrero de 2011
Más de menos.
No habrá un minuto, de aquí al infinito, que no te eche más de menos.
Me encantaría que entendíeras el significado completo de esa frase. Con sus dos pausas, sus quince palabras y sus tres acentos. Me encantaría que supieses que, muchas veces, sin quererlo, sueño contigo. Y que siempre me acuerdo de cómo nos conocimos. Tal vez, algún día, la vida nos cambie los rumbos. Nos cruce un trayecto, nos quiera hacer chocar. Sin embargo, mientras no ocurra, yo te escribo. Porque sabes perfectamente que estoy hablando de ti. Y no merece la pena nombrarte. Tú ya sabes que tienes nombre. Para mí un nombre importante. No el de un ministro, tampoco de un famoso, nada que ver con el rey... Para mí, tu nombre traspasó fronteras. Saltó muros interiores. Se coló sin querer en un castillo y hoy, sobrevive dentro de él. Para mi, tu nombre, es el mejor de todos. Y sólo importa lo que yo piense.
jueves, 10 de febrero de 2011
Más allá de las mil palabras.


''Algunas amistades comienzan cuando dos personas entienden un chiste que se les escapa a los demás''
miércoles, 9 de febrero de 2011
Incoherencias.

martes, 8 de febrero de 2011
Felicidad a cada paso gracias al pie derecho.
Vuelvo a tumbarme sobre la cama. Hoy no voy a dejar que nada ni nadie lo destroce. Me incorporo. Preparo la pierna. La pierna derecha es la primera que se posa sobre el suelo. Acto seguido, la izquierda. Recorro el pasillo sin prisas. Hoy no quiero empujones. Me como una tostada. Imagino. Pienso. Escribo en servilletas. Hay cosas que nunca dejan de ser tuyas. Manías. Sonríes porque te acuerdas. Sigues siendo la misma tonta a la que no le gusta decir adiós. Sigues siendo la misma niña que sigue pensando que el destino es caprichoso. Que se pueden tener palabras favoritas y que se puede tener una propia filosofía de vida que siempre te haga caminar hacia delante; n+1. Si te caes n veces, siempre debes levantarte una más.
La felicidad espera en la ventana. Abro los ventanales y me ciega toda la luz. Felicidad. Saber bailar bajo la lluvia. Ver una estrella por las noches. Reírse de todo. Cantar. Confíar en ti. Creer que todo es posible. Soñar sin que alguien te lo impida. Leer entre líneas. Acordarse en cada canción de una persona. Sentir que la vida es especial. No frenar. Arrancar. Despegar. ¿Miedo a volar? Ya no... A lo único que le tengo miedo ya, es a dejar de hacerlo.
domingo, 6 de febrero de 2011
Necesidad de corazones con exceso de azúcar
Hoy quiero hablar de las historias que llevo pegadas con celo al corazón. Me explico. Historias que, pese a querer, nunca he llegado a olvidar de verdad. Bueno, quiero decir, nunca he querido olvidar del todo por si acaso.
Llevo una semana y varios días en Granada. Aunque a mi me han parecido siglos. Entre éxamenes y estudio, y risas entre habitaciones con un cincuenta encima de la puerta, he perdido la noción del tiempo. Pero no del pasado, sino del presente. Echando de menos todo aquel cúmulo de cosas que me hacen sentir en casa, he marcado una como primera preferencia. ¿Primera preferencia? ¿Marcado una? Bueno, es cuestión de tiempo. ¿Pero no lo habías perdido? Pensándolo bien, sí, he perdido mucho el tiempo. Ahora me río. Bien, el objeto, razón, motivo, por el cual hoy mis teclas echan chispitas es porque recuerdo palabras sin sentido. Incoherencias. Y cuando hay palabras llenas de incoherencias y miseria, casi que ya no hay nada. Pero, cuando ya los actos se suman y el producto es igual a conveniencia, la cosa arde y con el viento y el frío polar, ni las cenizas quedan.
¿Qué quiero decir con esto? Que menos mal que hay cosas que sólo ocurren una vez en la vida y que nada vuelve a repetirse. Siempre será como siempre. Menudos lemas. ¿Puro marketing? Sí. Hoy día, con la crisis siempre hay que agarrarse a los clavos ardiendo o... mejor, al sol que más calienta. Que hace frío. Que es invierno. ¿Y en verano? En verano buscaremos otro sudoku, otro pasatiempo, otro momento en nuestras vidas que nos haga conocer a personas tan inolvidables como nosotros hemos decidido que sean. ¿El límite? El límite lo pondrán nuestros sueños y nuestra propia madurez. Ojalá, entonces, no hayamos perdido la noción del tiempo y no hayamos olvidado los recuerdos. Ojalá, algún día, empecemos a valorar el cariño terrenal, el de las personas de a pie, el de una llamada y un ¿cómo estás? o el de un beso y un "te necesito de verdad". Y podamos percibirlo. Y guardarlo en un cofre con candado. Y que no se pierda, ni se hunda, ni se estropee, ni se corrompa, como las palabras...
Ojalá haya más corazones dulces por ahí. Porque estoy harta de toparme con corazones amargos cuya primera preocupación es... ¿a quién gustaré hoy?
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