Había muchos momentos en los que, por rabia o por otro tipo de pensamiento inexplicable, quería acabar con todo. Y como siempre, empezar de cero. Un lugar, otras personas, otra vida, otros sueños. Cuál más distinto... Lo imaginaba. Y luego, más calmada, volvía en sí.
Vivir, a menudo, trae consigo golpes contra la pared. Gritos interiores. Lágrimas que corren por impotencia. Como yo, a veces.Y no es cuestión de mala suerte, ni de elegir opciones incorrectas, es el precio de vivir deprisa. De no pensar. Y de ir, como aquel libro decía, donde el corazón me lleve.