miércoles, 27 de abril de 2011

Andaluces, levantaos.

En todo este tiempo, no he conocido a otra gente igual. Aún no he visto a nadie emocionarse tanto al escuchar, revoloteando por el aire, aquel himno que un día escribió el grandioso Blas Infante. O sí. Tal vez los he visto. Tal vez. Pero nunca como ellos. Aún no he visto a nadie ponerse la mano en el pecho y cantar con esa voz quebrada que solo te sale cuando te quedas sin palabras. Cuando estás ilusionado. Cuando todo te parece, al volverlo a mirar, escuchar, leer o cantar, mejor que la última vez. Y es que, han pasado tantas cosas desde aquellos tiempos tan remotos. Han sido tantos los cambios, los ataques sin fundamento y los "volverse a levantar" que hoy, no sé porqué, al pensar en Andalucía, en aquella tierra que siempre ha de ser libre, como esa bandera tan bonita que se alza cada vez que el aire la saluda, allí, firme, en la entrada de Motril, entre agua y más verde. Verde. Color que se ha hecho tan significativo al igual que otras tantas cosas gracias a vosotros. Al igual que tantos recuerdos. Al igual que tanta gente que hoy, no sé si por las circunstancias o por lo que han luchado, quieren creernos y nos creen.

Porque todavía recuerdo aquella infancia calle Las Cañas arriba y calle Las Cañas abajo. Allí en dónde todavía las esperanzas no abundaban como ahora. Cuando ni ellos mismos eran capaces de creer del todo. Cuando yo era simplemente una niña que se quedaba dormida en una silla porque se aburría escuchándoles hablar y se divertía cuando la montaban en un camión y la llevaban por todos los rincones de la ciudad con un cubo de cola y un cepillo. Y a medida que he crecido, no sé porqué pero... ellos han crecido conmigo. Ellos, los Andalucistas. Los que ahora sí que creen, sí que tienen fuerzas para luchar y sí que no flaquean ante la opinión de la primera oveja. Ovejas. Aquellas que se siguen las unas a las otras sin saber cuál es el camino a casa por miedo a lo que pueda pasar si no lo hacen. Aquellas que, se "emocionan" al cantar, sin saber lo que están cantando. Hoy día, así, centenares.

Y por ello, estoy aquí hoy, escribiendo. Porque por suerte, desde muy pequeña me enseñaron lo que valen las ideas. Lo importante que es seguir y luchar por aquello que es tuyo. Por aquello que si tú no defiendes nadie defenderá.

¿Y qué más da quién nos represente si lo hace con la mano en el corazón y el nudo en la garganta?

Por todos esos años. Por los que llegarán. Por el futuro. Por todos nosotros. Por Motril. Por seguir adelante. Por sentir los colores. Por la vida. Por todo eso que cada familia vive a diario. Por apostar de una vez por algo nuevo. Por algo renovador. Por vosotros. Por lo que sois para mi. Por lo que debéis ser para un pueblo. Por lo que ya sois. Por los que creen en vosotros. Por los que no. Por las ovejas que se guían siempre por la mayoría. Por aportarle ganas a vuestro trabajo. Por la ilusión con la que emprendéis y termináis las cosas. Por dar siempre un paso. Por intentar mejorar cada día. Por Blas Infante.
Y en definitiva, por Andalucía, España y la Humanidad.

martes, 26 de abril de 2011

Una historia cargada de lo que tú quieras :)

Indiscutiblemente, el mundo va más allá de unas explanadas. Pero... a veces, tú decides si ir o no. Y en este caso, yo decidí que sí.

Cansada de escribir siempre las mismas historias cargadas de insomnio, hoy decido escribir, con un poco más de ganas, historias cargadas de aire fresco, recién llegado a mi ventana, con olor a Gran Vía. Hoy, porque nadie sabe si llegará mañana, quiero deciros, a los que me leéis porque os gusta leerme, que me encanta bajar a desayunar con los ojos pegados, tomar dos tostadas de paté y subir corriendo para volver a quedarme dormida. Quiero deciros, a los que siempre habéis creído en algo, que yo creo, que siempre ha valido la pena creer. Y también no creer. Y con esto, confesaré que, creo que no se cree todo lo que se debiera creer. Como si tuviesemos miedo de aferrarnos a algo. Como si nos faltaran respuestas y nos sobraran preguntas. No sé. Hace tiempo comprendí que nos equivocamos por respondernos. Por hablarnos. Por gritarnos. Por hacerlo todo, siempre y en contra, de nosotros mismos. Pero, es verdad que, sin venir a cuento, solo si, por casualidad, os interesa saberlo, ando un poco más rápido. Y me estoy acostumbrando a esos dientes de león que hace un año hacían que me picara tanto la nariz. Si,si, si... Si os alegra saberlo, he aprendido a mirar a tres metros sobre el cielo. Una pasada. Sobre todo cuando descubres cosas que no sabías que existían. ¿Nunca os ha pasado? Probad. Probad a mirar hacia arriba. Una ya no mira igual, no se fija igual, no es igual, sencillamente, cuando lo prueba. Y si encima las luces se han apagado y el ruido también, hay una capa de estrellas que te envuelve tanto, que luego no sabes si es un sueño o es que lo has vivido de verdad. Y algún día, que no será muy lejano, rambla abajo, una noche de estas oscuras y silenciosas, a bordo de una moto escacharrada, con el puño atrancado, gritaré mirando al cielo. Porque también es una sensación única. Y a lo mejor, me escucháis. Por primera o por infima vez. Pero sé que, si lo hacéis, veréis que la voz me ha cambiado, que los ojos también, que la vida ha girado en mi cara y que mi corazón, ya no tambalea con las ráfagas de viento; Ya no es el que era. Y, por creer, creo, siento y padezco que, es mucho mejor.

Más allá de las explanadas, recordando, he recordado que sí, que es verdad que el sol siempre sale por algún lado. Pero no me he dedicado a buscarlo. Nunca me dedicaré a buscarlo... El sol sale, da igual por dónde y por cuánto tiempo, lo importante es que sale y que tienes un día más para ser feliz con lo que tienes y no con lo que buscas. Muchas veces lo que buscas se ha perdido o, simplemente, no estuvo nunca contigo.

jueves, 21 de abril de 2011

Jueves subrayado con fosforito en el calendario...

Es curioso predicar con valores que luego no sabemos ni deletrear. Estudiar puntos de vista que luego no sabemos analizar. Yo ya no sé de qué valores hablamos, si son las mentiras capaces de mover montañas o si hay más personas de las que yo creía moviéndose al son de los borregos. Hay un cierto desequilibrio. Las palabras ya no me suenan igual cuando las escribo. Es como si tuvieran ganas de decir más cosas que no son capaces de decir. Quieren estallar. No sé si contra algo, contra alguien o contra todo. Solo se que mis palabras cada vez se parecen más a mi. Y eso no es tan bueno. Los desiderativos se han echado a perder. Ya nunca escribo tal vez ni ojalá. Es como si las palabras, cada vez, fueran más ásperas, más duras, más frías y forzadas. Como si ya no tuvieran ganas de brillar unas con otras. Como si la magia de leer entre líneas se hubiera perdido entre recuerdos empaquetados en cajas de cartón. Y yo estoy cansada de pensar dónde fueron a parar las cosas que no encuentro y que creía que tenía. Estoy cansada de oír historias con guinda y ver que no fui yo la que le añadió picante. En días como estos me gustaría tener permiso para volcar tres toneladas de cemento sobre todo lo que he vivido y empezar de cero. Y volver a construir. Y no acordarme de nada, ni de lo bueno, ni de lo malo. Que todo fuese un sueño. Volver a empezar. Como todas las contraseñas de mi vida. Dejar de llevar chinchetas en los bolsillos. Dejar de mover las cajas de cartón de un lado a otro, como si no supieses dónde colocarlas todavía. Recordar cómo era. Creer. Confíar. Y no olvidar que aún tengo valores que respeto. Que en mi mente parpadea la misma frase desde hace años: "Prefiero estar en el lugar de siempre, con la misma gente, que habla y se equivoca" y que da igual quién me pone en entredicho. Aquí estoy. Y si has llegado hasta aquí aún puedes avanzar un poco más.

Por eso, cerré los ojos. Miré al cielo. Pedí el deseo más largo del mundo y, no sé si confiando en mí o en otra persona superior a mi, recorrí las calles de la ciudad acompañada de marchas fúnebres. Porque siempre es el único día que hay en el año en el que tienes tienes casi seis horas para pensar sólo en ti. Nadie te molesta, nadie te mete prisa, nadie se interpone en tu camino. Tú sigues ahí. Mirando el cielo. Observando a través de un verdugo las mil y una caras que se abarrotan en las calles estrechas. Escuchando la voz que hay dentro de aquel trono. Personas anónimas que, a la vez, deciden dar un paso. Pies descalzos. Ojos vendados. Silencios. Respeto. Promesas que se van al aire, como los globos que, cuando éramos pequeños, se nos volaban y no sabíamos a dónde llegarían. Porque no sabemos a dónde irán todos esos ruegos. Confíar. Otra vez. Creer. Otra vez. No dejar nunca de creer. Otra vez. Sin cansarte gracias a que hoy es Jueves. Y eso te da fuerzas, ánimo, ganas de brindar por las promesas. Ganas de creer en ellas, de confíar. Otra vez. Porque a veces, vale todo. Un abrazo, un beso, una sonrisa de esas que te recuerdan aquellas cosas que has olvidado durante años. Ojos que rozan una complicidad que hasta ahora creías corrompida. Y todo aquel aire lleno de cosas que no dices por vergüenza, se llena de aplausos que hacen mirar hacia otro lado. Y a medida que las cosas salen bien, que nada tambalea, que aquellos también siguen su curso, que todo está igual de perfecto que hace un año, tiras las chinchetas que habías preparado para hoy y te dices, siempre en silencio y para ti que menos mal que, por suerte, hay cosas que nunca llegan a cambiar. Y que en días como hoy, merece la pena estar viva. Merece la pena haber escrito cartas. Merece la pena haber vivido de todo. Porque aunque muchas veces no llegues a comprender lo que pasa a tu alrededor, es bonito saber que hay quienes saben que no lo entiendes y te agarran una mano o, a veces, simplemente se quedan a tu lado mirando al frente cuando los demás aplauden. Y sin hacer ni el más mínimo ruido, siempre giras un poco tu mirada y, ahora sin verdugo, piensas en lo que habéis crecido. En las cuestas que habéis subido. En que pese a todo, siempre se ha mantenido ahí, muchas veces al margen de tus problemas diarios, pero siempre entrometida en tus grandes laberintos. Ahora es cuando las palabras no saben tan ácidas y puedes escribir con soltura. Ahora es cuando darías las gracias pero ya no sabes como. Ahora es cuando te gustaría decir que, gracias a una promesa tonta, hoy eres feliz.

sábado, 16 de abril de 2011

Un párrafo sin cordura, lleno de pensamientos que vienen y van...

No todo es así. No todas las cosas que ocurren, ocurren siempre de la misma forma. Por mucho que te lo intente explicar, es cierto que nunca llegaríamos a entenderlo. No imaginé esta noche como es. Triste. Infinita. Idiota. Absurda. Como ese programa que sale en la televisión que no apagas por escuchar algo de fondo y no sentirte, así, tan sola. Y un escalofrío que solo tienen una razón de ser; El  abrazo de alguien que no veo, pero que estoy segura que me quiere. No sé si hablarle al aire y darle las gracias a ese alguien que no sé si me escucha, si sigue ahí, o si se ha ido ya para siempre. Creo que no sé diferenciar qué es lo que perdura y qué lo perecedero. O qué es lo que se olvida y qué lo que se recuerda. Parece que cuando alguien promete lo eterno, pocas veces el cuento acaba como el tan recurrido final "Y vivieron felices, y comieron perdices, y colorín colorado..." Por todas las veces que he intentado olvidar algo de lo que me he acordado y me seguiré acordando toda la vida. Imágenes que quieres borrar porque te asustan o como esas palabras que todavía resuenan en tus oídos. Veces que podías haber dicho algo que no dijiste.

Y sin embargo, aún creyendo que mi vida está en ruinas, creo que es bonito seguir en pie todavía. Por muchas maldiciones y leyendas que tenga encima. Como el propio Cortijo Jurado. Por las estructuras que, seguramente restauraré con el paso de los años. Porque supongo que es tiempo de aprender cómo hacerlo. De equivocarme. De no saber porqué lo hago. Y de no tener muy claro porqué debe hacerse así. Hoy es un día feo, pero como digo, solo es un día. Escuchando una de esas canciones que me encantan y que siempre me hacen sonreír cuando estoy triste. Intentando sacar lo mejor de mi. Y no tengo muy claro si es por la dichosa canción o porque tenía ganas de hacerlo, pero es raro sentir que no sabes porqué te salen unas lágrimas tan tontas. Son las cosas que pasan. Las cosas que piensas pero que te callas por no hacer daño. Es la ilusión de ver a la gente ilusionada con el futuro. Pensando en el "después de... haré..." y sentir que planificar nunca trae nada bueno. Porque nunca nada es como en sueños. Solo lo que no se planea. Lo que ocurre por casualidad. Simplemente porque nunca lo has soñado. Y ahora es lo que es. Y si sueñas, lo harás imaginando algo que ya has percibido. Nunca aspirando a confines inexistentes. Todos caemos en el error. Y me da tanta pena haberme pasado la vida soñando lo que sería, mis metas, mis logros, mi futuro marido, el nombre de mis dos hijos, el color de mi coche, los viajes que haría cuando tuviera dinero... Y ahora me río al ver que estudio algo que nunca deseé, miro mis logros y me fijo en todas las veces que no lo han sido, al igual hago con las metas, que cambian cada vez que yo cambio de ideas, ¿mi futuro marido? ¿quién será?, ¿y si a mi marido no le gustan los nombres que he elegido?, y porqué pienso el color de un coche si aún no me he sacado ni el carnet, y porqué pienso en viajar si me dan miedo los aviones. Piénsalo. Estás aquí pensando en ser algo que no eres todavía en lugar de ponerte manos a la obra y serlo. El pez que se muerde la cola. Que se queja de las circunstancias, pero no hace nada para cambiarlas. Exactamente, esa soy yo. La que nunca acaba las frases. La que parece tonta, pero sabe de todo. La que tiene ataques de locura/cordura cada dos minutos. Y la que estaba intentando resumir el día de hoy, pero que sin querer se fue por las ramas. Otra vez. Cosas que siempre pasan. Como amigos que pasaron y que a ti te están dejando de interesar. Entristecerte por esas cosas que pasastéis y que ellos decidieron olvidar antes que tú. Un amor que nunca entendiste. Y que siempre te dejó un buen sabor de boca. Entristecerte porque olvidaste su sabor. Y volver a darte cuenta de que en días como hoy, no aparece nadie que te haga cambiar la canción que no paras de escuchar y que cada vez te hunde más para abajo. Y volver a darte cuenta en días como hoy, que eres una fiera. Pero solo cuando sientes que las cosas son injustas. Y darte cuenta en días como hoy, que hay peores que tú ahí fuera. Ganándose la vida buscando un te quiero misericordioso, lleno de interferencias, a años luz de un corazón que no sabes si late o se vuelve loco de amor. Y darte cuenta en días como hoy, que hay siempre días mejores y que hoy solo basta con una sonrisa pegada con chinchetas...

domingo, 3 de abril de 2011

Pedirle deseos al viento

Quiero saltar en una colchoneta. Nadar con delfines. Vivir oyendo el sonido de las olas que rompen en la orilla de la playa. Quiero estar rodeada de gente mientras veo fotografías de aquellos años locos. No parar de reír a la vez que las manecillas de un reloj que aún no está bien ajustado a su hora, avanzan y no entorpecen. Quiero vacaciones, que no haya preocupaciones de ningún tipo y ninguna clase. Salir a la calle sin una lista de cosas que comprar. Volver al día siguiente y no estar cansada. Ir a tomar el sol. Seguir nadando con delfines. Montarme en una moto de agua. Merendar en un barco. Pasear con la bicicleta justo cuando está apareciendo la puesta del sol. Sentir siempre el viento de levante. Ese que siempre trae las cosas buenas...