domingo, 26 de junio de 2011

Los deseos que una no escribe en el papel de la Noche de San Juan.

Me quedo con esta.
Aún cuando nadie había preparado la madera, ya estaba preparándose la Luna. El mar hablaba asíncopado por las olas. Pero nunca gritando. Bajito, siempre bajito. Y a lo lejos, un barco con una eslora no muy grande. Mediano a mi parecer. Paseando por encima. Bailando quizá. Y allí, aún más lejos, un Sol que, a diferencia de ella, se escondía.

Ni una ráfaga de viento más fuerte que otra. Solo, al principio, un cielo encapotado. Algo gris. Como yo. Por los cambios. Pero nada que yo ya no supiera, en principio. Era la Noche de San Juan más rara de mi vida. Me recordó a esas reuniones que algunos abuelos hacen cada año. Reuniones que, tristemente, se van quedando sin esencia porque cada vez acuden menos abuelos a ella. Unos porque sus circunstancias no se lo permiten y otros porque sencillamente ya no están. Y este es el quid. Me preocupaba más la segunda cuestión que la primera. Era como darle más valor a lo que ya no estaba que a lo que prevalecía allí. Por eso, durante un momento, yo también pinté la playa, el cielo, la gente, el aire y la arena de gris. Me acordé de esos estúpidos nervios antes de que se publicaran las notas de Selectividad. Del cabreo con Judith por no entenderlos. De la llamada de mamá y de lo que hacía Yolanda, disimuladamente, mientras. Me acordé también de que la primera vez que fui a San Juan sola fue gracias a mis primos. Y ya no recuerdo cuándo ni con quién volví. Recordé en otro, lo que dió de sí perder una toalla. La comida que preparó mi madre y el rancho de fotos que hubo. Muchas de ellas censurables desde el minuto uno. Y no sé porqué, me acordé de Betuchi y de la vez que nos llevaron en furgoneta. De la guitarra de Mª José y de sus canciones. Y de la hoguera que intentaba reavivar Capote con la ayuda de Juanka. Y cuando ya no quedaba nada de esos años, cuando se habían evaporado y se habían juntado con el humo, cuando ya no estaban ni siquiera los que seguían estando, volví a mirar en la misma dirección. Parpadeé y forcé un poco más la vista. Y sí. No era mentira. Hay cosas que son inconfundibles todavía. Diana. Creo que nunca me había levantado tan rápido del suelo. Pese a que luego, a menos de un metro de ella, me parara en seco y fuera la última en darle un abrazo. Algo lista sí que fui; Fue el abrazo más largo. No me resultó extraño que todo se encauzara. Que yo me encauzara. Y que todo volviera a verlo diferente y a la vez, perfecto. No necesité nada, lo juro. Bueno, sí. Papel y boli. Y esta vez, lo único que no apareció en mis deseos fue volver atrás.

Confío, cada vez más, en ese destino caprichoso que parece que sabe cuando necesitas un calambrazo en el corazón.

lunes, 20 de junio de 2011

Antonio Escámez, el hombre de hierro.

Cuentan esas boquillas alimentadas de guinda que es un perdedor. Que lo ha vendido todo. Y que ya no tiene nada que hacer. Que no sirve. Cuentan, esas mismas, que Motril no le importa. Y que en general, nada le importa.

Vamos a buscar en el bául de los recuerdos. Pero vamos a buscar poco, ¿vale? Hay quienes no necesitan valerse del pasado para enfrentarse al presente. Y ese es él. El figura, Antonio Escámez. El que usa la ironía, las metáforas y las frases hechas. El que nunca enrevesa una frase porque entiende que si las cosas se dicen con claridad y sencillez, es mucho más fácil comprender el mensaje. El que nunca presume; El que no cuenta lo que ha hecho, sino lo que no ha podido y le ha quedado por hacer. Eso es. Humildad y franqueza. Su clave. La clave de los andalucistas. Y a la vez, la diferencia que los hace destacar. Para bien o para mal. Que juzgen los lectores. Antonio Escámez, el único que no aburre con sermones y alegatos en los plenos. El que se implica con las causas, con los problemas y con Motril. Aunque moleste. Aunque algunos se empeñen en "desmantelarle" olvidando cuáles son los asuntos realmente importantes. El paro. El 15 M. Los jóvenes. El Plan General de Urbanismo. La Autovía. El Polígono Industrial del Puerto. Las Angustias. El Varadero y una lista que, si fuera por el Partido Andalucista, no terminaría nunca. Porque eso es lo que les caracteriza. El empeño. La fuerza. El trabajo. El esfuerzo. Y las ganas. Las ganas de seguir creciendo, mejorando, renovando y enriqueciendo esta ciudad, que para ellos, en estos momentos, es una de sus principales preocupaciones.

Y vuelvo de nuevo a decir que, aunque moleste, Antonio Escámez, es grande, valioso y admirado. Es ese aire renovador que necesita este Ayuntamiento. Es el carisma. Y es un corazón que tiene hueco, espacio y tiempo para todo el mundo. Y quien no se lo crea, que se preocupe por conocerlo de verdad o que, al menos, aunque lo vea insuficiente, que pierda 5 minutos de su valioso tiempo y le eche un vistazo a este vídeo que les aseguro que no tiene ningún desperdicio.


 

martes, 14 de junio de 2011

Ponle a esto otros tres puntos suspensivos

Felicidad. Happiness. Felicità. Felicidade. Glück. Eso. Algo así.Da igual como lo digas. Moverse con el viento. Oler a tostadas. Manos suaves. Apagada o fuera de cobertura. Qué más da. Felicidad solo con esos tres o cuatro rayitos del sol que sale a las diez de la mañana y que entran por esa persiana medio cerrada. Entrecruzar los pies mientras pienso la última frase de esa que nunca termino. La felicidad es... Bajar de puntillas. Una sonrisa y un brindis. Y algo más. Algo más. ¿Qué más? La felicidad es poner tres puntos suspensivos después del verbo y dejarse llevar.

sábado, 11 de junio de 2011

Hay quienes piensan que, simplemente, los corazones viven. Hay quienes piensan que, simplemente, vivir comprende muchas más cosas.

A ese "simplemente están vivos" yo le pondría algo más. Ahora mismo no sé el qué, pero algo más. Parece que todavía no se entiende lo que quiero decir. Ya nos pasa algo parecido. Yo tampoco sé lo que quieres decir. Un corazón puede latir. Pero eso no significa que esté vivo. Vivir es mucho más que respirar. Me dijeron hace un tiempo...

viernes, 10 de junio de 2011

Cuando ya no recuerdas lo que eras porque lo has perdido por el camino...

Vamos a descansar. Me encanta la luz nueva de la lámpara de mi salón. Su intensidad es regulable y le da, por fin a estas cuatro paredes, otro aspecto. Uno más tranquilo. Un poquito más acogedor. Acabo de poner esa canción de Marlango que se titula "La BSO de las Malas Temporadas" y acaba de venirme aquella frase que decía "No es buen tiempo para los soñadores" que tanto me gustaba.

La verdad que no hemos tenido tiempo para nada. Poco a poco he olvidado cuál era la sensación que producía dormir ocho horas diarias seguidas. Y quien era yo hace un tiempo. A que dedicaba el tiempo libre y que cosas eran las que me hacían feliz los días extraordinariamente normales. Echo de menos no saber organizarme, perder el tiempo y ver la tele por las noches. También leer. Y también escribir. Sigo cuestionándome muchas cosas y, aún así, ni siquiera sé porqué sigo andando en lugar de retroceder y pararme un poco a pensar. Tal vez porque cada vez que yo decido hacerlo, todo, incluido el destino y la suerte, empiezan a decidir por mi. Y sé que no debería guiarme por estúpidas intuiciones que normalmente no llegan a ninguna parte pero, tengo la ligera y leve sensación de que no lo estoy haciendo tan mal. Y de que, al menos, las cosas que consigo no se las debo a nadie. Es verdad. Creo que eso es lo que verdaderamente he ido aprendiendo desde que estoy aquí; A tomar decisiones y a tener que asumir los desenlaces de cada una de ellas. Solamente yo. Sin nadie.

Lo más curioso es que hace un año no quería absolutamente nada. Estaba cansada de que decidieran por mi y de que nunca se tuviera en cuenta nada de lo que yo decía o pensaba. Que todo estuviera extraordinariamente cubierto con una capa protectora para no hacerme daño. Y sin embargo, hoy, paradójicamente, echo de menos que alguien me empuje y se interese por mi y por lo que hago. Que me de un masaje por llevar casi 24 horas sentada en una silla. O porque llevo varios días sin dormir. No sé. Ni un "lo estás haciendo bien". Es triste, ¿no? Es triste que, al haberme quedado con lo que nadie esperaba, ahora a nadie le interese ninguna de las cosas que yo le cuento con algo de brillo en los ojos...

sábado, 4 de junio de 2011

Los corazones nunca se duermen. Los corazones despiertan.

Es verdad. Los corazones nunca se duermen. Los corazones más que dormir, despiertan. Aunque al caso, para mi, viene a ser lo mismo. Yo sigo viviendo en un letargo que sigue prolongándose y no me doy cuenta o, mejor cuidemos las palabras, no me quiero dar cuenta de lo que hay. Sinceramente no es una cuestión que me preocupe en exceso. Quiero decir que no me importa seguir pensando que detrás de lo que todos ven feo, yo sigo viendo algunas cosas bonitas. Y eso no quita que haya cosas que no me gusten. Creo que ese es el problema. Darle más valor al pasado que al presente. Autoconformarse. ¿Debería?. Lo mejor es que no sé qué es lo que debería y lo que no debería hacer. ¿Cambiar el rumbo y la silla de lugar?. Nunca. Es mejor proyectarse hacia delante que tergiversar un camino que crees correcto. En cuanto a la silla, considero que nadie reemplaza a nadie. Que todos tenemos o tuvimos un puesto. Y que ese lugar, inevitablemente, no vuelve a ser de nadie más. Pese a que cada vez las voces suenen más huecas por el vacío que hay dentro.

jueves, 2 de junio de 2011

"Y ahora me doy cuenta, de como ha pasado el tiempo" El prólogo de Granada, con el frío por la mañana.

Ver lo mismo y sentir, en cambio, que es la primera vez que lo ves. Gran Vía. Y pararte a pensar en las veces que has pasado por allí sin pararte a pensar cuando sería la siguiente vez. Gotear. Y no saber si es de miedo o de calor. Mirar el reloj, añadir minutos sin querer, creer que llegas tarde. Y darte cuenta luego, después de un año entero casi, que no llegaste tarde. Que todo estaba preparado para ti. Que todo ocurre por una razón y que el destino, es siempre mucho más caprichoso de lo que nos pensamos.

Ellas. Sin saber por cual empezar, también son fruto de ese destino tan caprichoso. Son otra manera de aprender que querer es más fácil de lo que creemos y que el tiempo, en ocasiones, es demasiado irrelevante. Un año. Un año cargado de momentos de todo tipo; Que si una mudanza, que si "vamos a estudiar", que si italiano por aquí, que si vecino por allá. Que ahora vamos a la Sierra. Y que no. Que me han puesto una multa viniendo a Granada y ya que he llegado, me vuelvo a Málaga porque sí. Ahora prefiero que alguien se contonee en Gran Vía bailándole a los coches y, ahora, creo que esto es un desastre y que es mejor que lo ordenen entre dos. Ah, no. Que alguien en una doble siempre vive sola. Vale. Quitémosle hierro al asunto y bailemos flamenco. Sin caerse por las escaleras. ¿Por qué no subimos en ascensor? Cuidado, seguro que alguien espera arriba para dar un susto. TSS¡¿Alguien con Blackberry?! Cubos de agua. Siesta, ducha, estudiar, hacer un trabajo y peli. Unas patatillas. Acaba de inundarse un baño. ¿Lo secamos con las sábanas sucias del mes? Bah, hay ideas mejores; Bailemos el waka-waka con cierto estilo, sin saber si es para la derecha o para la izquierda o si ahora toca contoneo o meneo pa' un lao'. Espera. Mejor la Shakira. Ah no, no, bailemos el baile del malo. Pero ese siempre con azúcar en el vaso. ¿Cuándo se ha roto esta cama? ¿Y esa mesa? ¿Y por qué salen personas de un armario? Huele a pelo quemado. Y alguien ha robado un carrito del supermercado y se ha subido San Juan de Dios con él. Ponle música a todo esto y que alguien toque esa guitarra que en los puentes desaparece...

Sigamos sumando. Hagamos otra clave del n+1. Sois las mejores. No tengo palabras para vosotras. Sois las mejores. Seguramente el destino también está asombrado. Nadie, ni él mismo, podría haberlo imaginado de esta manera. Gracias por este año cargado de cosas buenas. Os quiero. Os quiero muchísimo.