martes, 24 de abril de 2012

Cuida a los tuyos, donde quiera que tú estés...

Hay días que no deberían haber existido nunca. Un amanecer lleva consigo y de la mano otro amanecer. Y casi sin dar las gracias por estar aquí, cerramos los ojos, con la plena confianza de que, mañana, volveremos a abrirlos. El Sol nos regala ese trozo de vida que le queda. Y creyendo que será un buen día, decides caminar descalza hacía la ventana, atraída por esos minúsculos haces de luz.

El radio despertador acaba de sonar. Hoy tú has sido más rápida. Suena de fondo una canción que hace tiempo no escuchabas. Y no decides restarle importancia. Cierras los ojos. Y al cerrarlos, te acuerdas de porqué cada canción cobra significado dentro de ti. Es como si cada recuerdo importante tuviera una melodía que le acompañara. En este caso, una canción acaba convirtiéndose en una persona. Y en tus ojos, cerrados aún, nacen las lágrimas que hoy, te hacen sentir viva.

Al abrir la ventana y mirar hacia abajo, la gente anda muy deprisa. Otra gente, apoyada sobre un bastón, camina a paso más retardado. El tráfico a estas horas de la mañana es horrible. Pero tú vas a pie, porque no hace tanto frío y porque necesitas despejarte. Pero el cielo hoy se ha nublado. Pero solo para ti.

Porque mientras todos buscan su lugar en el mundo, tú acabas de perder el origen del tuyo. Y eso es algo que no puede compararse con ningún otro dolor, con ninguna otra preocupación. A veces, el dolor es irreparable. Y no se sabe qué decir. Ni cómo actuar ante eso. Nadie desea la muerte, tampoco nadie la espera. Pero cuando llega, se nota. Y cuando lo hace injustamente, se nota más todavía. El destino, la vida, la casualidad, la suerte o la desdicha, no sé exactamente qué tuvo la culpa. Pero si hay algo de verdad ahí arriba, si hay alguien ahí que nos espera después de la vida, si no es nuestro sistema quien decide dejarnos ir, esta vez te has equivocado. Lo has hecho muy pronto. Y no has valorado lo que ha luchado para aferrarse a la vida sin que nadie sintiera ni un solo grito de dolor y desilusión.

Ella siempre había sido una mujer silenciosa, muy elegante y educada. Pero yo la recordaré por otras cosas. Ella ha sido una mujer alegre y poco común. Una mujer valiente, demasiado valiente, bastante valiente. Luchadora. Ganadora de batallas. Prisionera de sus miedos, de los miedos más grandes. Y... madre. Sobre todo madre. Madre coraje.

Hacía tiempo que no escribía, pero hoy lo hago por necesidad...Por una necesidad que no puedo ni explicar con palabras. Y eso me da rabia. Me da mucha rabia... Pero hoy, no puedo esperar más de mi, ni de nadie. Es el precio de la vida. Es la ley de vivir. Y como ya he dicho en varias ocasiones, tal vez en contextos diferentes a este, a veces, las leyes no son justas.

1 comentario:

  1. Bueno la vida es un milagro, un regalo, y los regalos son sorpresa, y las sorpresas no son siempre agradables.

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