domingo, 1 de mayo de 2011

La historia del 1+1 son 7.

Después de aquella lluvia, nunca hubo otra igual. La poesía ya no se guarda en pequeños fragmentos dentro de un suspiro quebrado y las canciones, ya no se escuchan de la misma forma. Así que pueden pasar cien años si Federico García Lorca lo desea. Sintoniza la misma frecuencia y busca aquella melodía que un día te hizo sentir libre. Hay sonrisas guardadas por el aire que vuelan a millas de mi. Brisa que viene del Norte y acaricia las estrellas del Sur. Me encantaría que apareciera la estrella fugaz que aparece en todas las películas de amor y me concediera, en lugar de un deseo, un sueño. Sueños que bailan con aquella mirada paralela que se ha entrecruzado con la mía. Existen. Existieron los momentos y lugares adecuados. El caso es que creemos que, encontrándolos de nuevo, volveremos a ser lo que éramos antes. Equivocarse. Equivocarse es tan fácil que los bolígrafos rojos se han quedado sin tinta. Papeles llenos de corazones sin roturas. Y ahora, tan solo un papel arrugado en el fondo del pasillo que, mojado, ha borrado aquel que alguien inocente dibujó conforme besaba. Hay un cúmulo de cartas de despedida en el país donde es eterna la juventud. Y allí se han quedado los abrazos más fuertes. Y aquí, conmigo, están los más fríos. Los que cantan canciones de Sabina de madrugada. 19 días y 500 noches. No sé si bebo tequila para olvidar. Comprender he comprendido que alguien se ha llevado todo lo demás. Pero de todos modos, ya no me importa. Ni el aire, ni las sonrisas que vuelan, ni la poesía, ni aquella canción. Para qué quiero que se cumpla un sueño si ya no voy a ser capaz de soñar. ¿Para que se quiere nada si no se oye tu carcajada brindando con la mía? Nunca ha sido tan fácil entenderlo. Nunca ha sido tan fácil evaluar esta radiografía. Nunca nada me ha parecido tan fácil.

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