sábado, 7 de enero de 2012

Nunca cambiaría el final de los años.

Hoy he vuelto a releer algunas de esas entradas que llevo escribiendo durante casi 2 años. En algunas me he reído, en otras me he avergonzado y, en unas cuantas, he vuelto a llorar. Hoy, oficialmente para mí, acaba la Navidad. Y soy capaz de hacer un pequeño balance para que conste en acta:

Creo que la Navidad también es una palabra que contiene una gran fuerza y una gran capacidad de unión. Es como un imán que atrae a las personas. O que tal vez, las apacigua y las sienta sobre la mesa. Muchas veces, la gente suele decir que la odia, que siempre es triste y que se gasta mucho dinero. Sí. En Navidad nos acordamos de la gente que ya no está, que no se sienta sobre la mesa y que no rasga con una cucharilla la botella de Anís. Es verdad. También, nos entristecemos porque nos gustaría tener para todos, porque nos gustaría hacer el mejor regalo del mundo y no se puede. No se puede, y eso también es verdad. Pero yo, sin embargo, siento que la Navidad es la única que puede conseguir cosas que, aunque tú te empeñes y te empeñes, y luches, y grites y maldigas, no eres capaz de conseguir. La Navidad nos hace mejores personas, digan lo que digan. ¿Saben por qué? Porque si no hay, buscamos debajo de las piedras. Nos hace daño ver a alguien sin ilusión, sin un regalo debajo del árbol. Porque cuando comienza el año, aunque hayas estado enfadado mucho tiempo con alguien, también duele no abrazarle como todas esas veces que sí que lo habías hecho. Y por eso lo haces. Me gusta porque en Navidad, pasas el tiempo con personas que llevas mucho tiempo sin ver, disfrutas cuando les ves bailar, vives cuando recuerdan algún recuerdo que tú ya no recordabas, y tú haces volver a vivir con algo que ellos habían olvidado. Y eso me gusta. En Navidad, aunque sea con agua, brindas por algo. Da igual si más grande o menos grande. Pero por algo. Porque en Navidad somos capaces de hacer balances y rebuscar... Encontrando, finalmente, algo positivo. Y a mí me salen las cuentas, me pesa lo bueno, me sobra lo malo. La Navidad es una fuerza, al igual que la fe, porque es la única que ha conseguido levantar a mi abuelo de la cama. Cuando todos los demás se tiraban de los pelos buscando la fórmula de hacer que eso ocurriera. La Navidad es capaz de cualquier cosa, y cuando digo de cualquier cosa, es de cualquier cosa. Y todos me dicen que todo lo que propone la Navidad debería realizarse todo el año, sí, ojalá. Pero al menos existe, ¿no? Al menos, lo vivimos durante unas semanas, ¿no? Y por eso debe disfrutarse. Con poco, con mucho... da igual. Valoremos todo lo que tenemos alrededor, quedémonos con todas las caras de la mesa, enseñemos a los pequeños lo que nosotros hacíamos cuando éramos así y nunca permitamos que la mesa se quede vacía, hagamos que crezca. Que crezca todo lo que pueda...

Y así, cuando haya frío, recuerda. Abrígate con el calor de esos días. Y no los olvides, no los olvides jamás.

1 comentario:

  1. Gracias. Gracias. Gracias. Gracias. Gracias. Gracias. Gracias. Y GRACIAS.
    No sabes cuanto te echo de menos, que me contaras cuentos pàra dormir, tus tonterías y sacarte la habitación mientras te duchas también.
    Hay cosas que desde lejos, duran para siempre, nosotras somos de esas...además, me debes una visita para que yo vaya al poblado! Si no...nanay!
    Un besazo desde Malaguita. Te quiero mucho.

    Una vez más, me has dejado sin palabras...

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