martes, 28 de febrero de 2012

A todos esos que se empeñan en robarnos la voz yo les digo QUE VIVA ANDALUCÍA LIBRE

Nunca me canso de escuchar esa historia. Y mi madre tampoco se cansa de contármela. Cuando lo hace, sube los puños, casi sin darse cuenta, sin querer, con rabia, con mucha rabia, casi con la misma que el 4 de Diciembre llevaba, dentro de sí, toda Andalucía.

Aquel cuatro de diciembre de 1977 si no recuerdo mal, si el año no me falla, Sevilla, Huelva, Almería, Córdoba, Cádiz, Málaga, Jaén y Granada salieron a la calle, gritando, pidiendo, luchando por una autonomía, por una capacidad de autogobierno, por un derecho que por derecho les correspondía.  Y nos sigue correspondiendo.

Allí, también estuvo el que era antes joven, Caparrós. Aquel que se atrevió a escalar la fachada de la sede del organismo provincial de Málaga y hacer que, junto con la bandera nacional, ondease también la verdiblanca. Pese a que muchos, a los cuales no nombraré, porque considero que tampoco se merecen tal mención, les molestara aquel acto que lo único que reflejaba era que Andalucía, por mucho que se empeñasen algunos en callar, tenía voz. Y una voz muy fuerte. Una voz que ya no se conformaba con lo primero que le dijeran. Una voz que ya no se vendía al mejor postor. Una voz que decidía, que escogía, que quería.

Y yo me atrevo a imaginar lo que se le pasó a Caparrós por la cabeza mientras intentaba subir, como podía, a lo alto de la Diputación. Me imagino que imaginó que lo conseguíamos, me imagino que imaginó, que como él, llegábamos hasta arriba, para que así, la altura no importara nunca más: Andalucía siempre estaría presente, Andalucía siempre sería importante, Andalucía no sería más, pero tampoco menos que nadie.
En ese acto valiente, y digo valiente y lo recalco porque lo que acto seguido le aconteció no lo fue, ni lo será nunca. Caparrós, el joven Caparros, fue asesinado por la espalda. Y su crimen, a día de hoy, sigue permaneciendo impune.

Cuando mi madre llega a esta parte de la historia, su voz se encoge y se quiebra. Le cuesta hablar con claridad. Y hay algo en ella que le entristece. Han pasado más de treinta años… Y parece que para seguir adelante, para cambiar, es necesario que la gente olvide. Creo que es eso lo que le duele.
Bueno, no lo creo, lo sé.

A día de hoy, son muchas voces y mucha gente la que opina y ya está, la que no opina y no pasa ná, la que cree, la que nunca creerá, la que piensa, la que no quiere pensar. La que no habla o la que habla de más. La que escucha o la que no tiene pensado escuchar.

Vivimos unos tiempos en los que no es nada fácil hacer las cosas. Pero también es cierto, que no es válido hacer cualquier cosa para cumplir un objetivo. Al menos, no ahora. Vivimos unos tiempos en los que el paro no es solo un número que escuchamos en la televisión, un porcentaje que estudian los economistas o una tasa que, por ser tan elevada, llama la atención. No. El paro ya es otra cosa. El paro son vidas, son personas. Son historias que todos vivimos de cerca. Por desgracia, ya no hay nadie o casi nadie que se salve. Es raro que en una familia todos los miembros trabajen. Es raro que cada día a alguien le cueste menos abrir el cierre de su negocio sin pensar que puede ser la última vez que lo haga.

Esa es la situación que nos está tocando vivir ahora. Situación que nos está robando las esperanzas, si es que acaso a algunos les quedan algunas. Esa es la situación que nos reflejan, cada día, los periódicos y que estudiamos, cada día, los jóvenes. Pero lo que es peor, esta es la situación que viven, cada día, los desempleados, los recién salidos de las Universidades de toda España, que no encuentran, ni siquiera, su primera oportunidad. También es la que viven los padres de familia, los que llevan toda su vida trabajando en lo mismo, y ahora, de repente, no saben dónde ir.

Y el problema se agrava cuando unos cuantos profetas de mala costumbre, nos cuentan una verdad a medias, que es como una media verdad, que acaba siendo, sin más, una mentira para ganar, a toda costa, lo único que les importa, las elecciones. Porque luego, nunca está de más decir que “con esta situación no contaban” pese a que todo el mundo sabe que sí que lo hacían. Y una vez más, los que vuelven a ser las víctimas de todo aquel mundo paralelo en el que parece que los demócratas siempre se van a vivir antes de todas las elecciones, somos nosotros, los españoles, los de a pie, quiero decir.

Como anteriormente he dicho, no es válido hacer cualquier cosa para lograr un objetivo. Es verdad. Esta es la época en la que los polos se han invertido. Nos llaman locos por decir que no creemos en la justicia, porque a ellos les parece muy loable que un juez sea condenado a once años de inhabilitación por intentar sacar a la luz una de las tramas de corrupción más importantes que han ocurrido en España mientras que, dentro de toda esa trama, van saliendo absueltos, uno a uno, todos los imputados. Perdonen, no es que no creamos en la justicia, en lo que no creemos es en porqué siempre pagan los buenos y los sinvergüenzas, por h o por b, acaban escurriendo sus responsabilidades.

Es el mundo al revés, perdonen otra vez. Y no crean, que hago con esto, demagogia barata. Considero que la democracia es mejorable, pero el sistema democrático es el mejor sistema que hemos inventado los seres humanos para convivir. Por eso, no manipulen. No nos llamen cínicos cuando ponemos el grito en el cielo y decimos que no estamos de acuerdo. Porque no lo estamos, ni lo estaremos, porque todos sabemos que a veces, las leyes, no son justas. Y esta vez y en otras ocasiones, no lo han sido. Pero es impensable que esto se esté convirtiendo en un cachondeo. Pueden estar de acuerdo conmigo o no, pero o los demócratas acaban con la corrupción o la corrupción acabará socavando los cimientos de la democracia.

Y eso es así. Por eso nos quejamos, señores de arriba. Yo lo que les pido, desde aquí, es que si nos quieren escuchar, que bajen, que desde las alturas no se oye bien y todo se distorsiona.  Y no escurran el bulto, esto tiene que acabar. Eso es lo que pedimos cuando salimos a la calle, y no es tanto. Que no traten más al dinero público con opacidad porque es de todos. Transparencia y controles. Y una legislación dura: que paguen de su patrimonio personal lo que usurpan aquellos que se creen más listos que nadie.

Y yo no distingo los colores, en este caso no lo hago. La corrupción es mala, da igual de donde provenga. Porque la corrupción, en resumidas cuentas, es la lacra de la democracia.
Y ahora, hablemos de Andalucía. Que en sí, es lo que más me importa, porque es lo que más me duele. Andaluces, andaluzas, no importa quién escriba esto, porque antes que yo, han sido muchos los que lo han hecho.

Creo que hoy depende de ti, que me estás leyendo, y depende también de mi. Otro mundo es posible. Pero no dejemos que nos lo vendan a largo plazo. Que los andaluces, ya hemos esperado bastante. Aquel que decida representarnos, debe comprometerse con la gente, con la que debe ser SU GENTE, tal compromiso no debe acabar en un discurso, no debe quedarse en unas palabras ni en una intención, ni tampoco en unos cuantos golpes de pecho. El que decida representar a Andalucía debe sentirse hijo o hija del que ha sido siempre el padre de la patria andaluza, Blas Infante. Aquel que decida representarnos, sentirá que debe exigir justicia para su pueblo, como tal vez lo exigió su padre, su madre, su hermano, su hermana o él mismo hace treinta años. Aquel que decida representarnos, deberá ser otro Caparrós ondeando esa verdiblanca. Porque lo que no podemos permitir, es que aquel señor o aquella señora que decida representarnos, siendo elegido en estas elecciones del 25 de marzo, sea alguien que haya permitido o que vaya a seguir permitiendo que nos roben el sueño de la autonomía, que nos sigan tratando de vagos, de analfabetos y de don nadie. Y que además, esos mismos que hoy se presentan, que piensan que ya lo tienen todo ganado, que deciden desde el salón de su cortijo lo que es bueno para Andalucía y lo que no, son los mismos a los que lo único que le importa, tristemente, es el sillón. Y quien no me crea que vea las declaraciones del señor Arenas al ser proclamado Rubalcaba. “Les anticipo al señor Rubalcaba y Griñán que con Rajoy, les vamos a ganar este 25M” Eso es lo que no podemos permitir. Ser un cero. Confiar y seguir siendo un cero. Perdonar y seguir siendo un cero. Andalucía no puede quedarse como está, el socialismo, a mi parecer, más roto que nunca, tampoco es la opción más adecuada. Han tenido tiempo para demostrar lo que no han sabido demostrar. No culpemos a los andaluces, no responsabilicemos a las autonomías como las culpables del déficit, que no nos sigan engañando, la autonomía es una herramienta útil, lo que no es útil ni a corto, ni a largo plazo, es su mala gestión. Gestión que ni Chaves ni Griñán han sabido dirigir. Gestión que se tomaron a la torera. Problemas con las subvenciones, escándalos con los ERE’s. Señor Griñán, Señor Chaves, ustedes, a mi parecer, deberían haber dimitido ya hace mucho tiempo por decencia política, por llevar en su haber, la mochila de la corrupción. Y sin embargo, no lo han hecho, tampoco lo han hecho.

Y después de todo esto, es normal que haya gente que no crea en nada. Porque lo único que importa es seguir adelante, es ver como tus hijos siguen adelante, es ver como tu vida y como la de toda la gente a la que quieres, sigue adelante. Yo lo entiendo. Pero no dejemos que esa mentalidad que se forjó en los años 80 desaparezca. No dejemos que nos rompan, andaluces. No dejemos que los jóvenes no la conozcan, andaluces. Levantaos. Que el cuento no os lo estoy contando yo, ni mi madre, ni muchos como yo, son ellos los que creen que pueden estar toda la vida contándonoslo y que no pase nada. Ha llegado la hora de no esperar a que nadie nos rescate, ha llegado la hora de no esperar a que nuestro presidente del gobierno decida aprobar los presupuestos de Andalucía –que no lo hará hasta que no pasen estas elecciones, claro- . Para lo que sí ha llegado la hora es para tomar las riendas y ser dueños de nuestras decisiones, de dejar de ser esclavos, de no permitir más que hablen y decidan por nosotros. Que no nos digan quienes somos, que nosotros lo sabemos, que nosotros  somos, y se nos llena la boca al decirlo, ANDALUCES.

Y esto es lo único que quería que supierais, que soy joven, que tengo la misma edad que tuvo Caparrós cuando murió, que me siento orgullosa de ser lo que soy y de defender lo que defiendo, que no es más que mi tierra, mis raíces, mis valores, mi justicia, mi libertad y mi seguridad. Y de no hacer olvidar esta historia, ni la del pasado, porque aunque muchos se empeñen en dejarnos sin voz y sin ganas, seguiré escribiendo, seguiré luchando por darle el papel protagonista a quien lo merece, a esos millones de andaluces de ayer y hoy, y también de mañana.

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