domingo, 6 de febrero de 2011

Necesidad de corazones con exceso de azúcar

Hoy quiero hablar de las historias que llevo pegadas con celo al corazón. Me explico. Historias que, pese a querer, nunca he llegado a olvidar de verdad. Bueno, quiero decir, nunca he querido olvidar del todo por si acaso.

Llevo una semana y varios días en Granada. Aunque a mi me han parecido siglos. Entre éxamenes y estudio, y risas entre habitaciones con un cincuenta encima de la puerta, he perdido la noción del tiempo. Pero no del pasado, sino del presente. Echando de menos todo aquel cúmulo de cosas que me hacen sentir en casa, he marcado una como primera preferencia. ¿Primera preferencia? ¿Marcado una? Bueno, es cuestión de tiempo. ¿Pero no lo habías perdido? Pensándolo bien, sí, he perdido mucho el tiempo. Ahora me río. Bien, el objeto, razón, motivo, por el cual hoy mis teclas echan chispitas es porque recuerdo palabras sin sentido. Incoherencias. Y cuando hay palabras llenas de incoherencias y miseria, casi que ya no hay nada. Pero, cuando ya los actos se suman y el producto es igual a conveniencia, la cosa arde y con el viento y el frío polar, ni las cenizas quedan.

¿Qué quiero decir con esto? Que menos mal que hay cosas que sólo ocurren una vez en la vida y que nada vuelve a repetirse. Siempre será como siempre. Menudos lemas. ¿Puro marketing? Sí. Hoy día, con la crisis siempre hay que agarrarse a los clavos ardiendo o... mejor, al sol que más calienta. Que hace frío. Que es invierno. ¿Y en verano? En verano buscaremos otro sudoku, otro pasatiempo, otro momento en nuestras vidas que nos haga conocer a personas tan inolvidables como nosotros hemos decidido que sean. ¿El límite? El límite lo pondrán nuestros sueños y nuestra propia madurez. Ojalá, entonces, no hayamos perdido la noción del tiempo y no hayamos olvidado los recuerdos. Ojalá, algún día, empecemos a valorar el cariño terrenal, el de las personas de a pie, el de una llamada y un ¿cómo estás? o el de un beso y un "te necesito de verdad". Y podamos percibirlo. Y guardarlo en un cofre con candado. Y que no se pierda, ni se hunda, ni se estropee, ni se corrompa, como las palabras...

Ojalá haya más corazones dulces por ahí. Porque estoy harta de toparme con corazones amargos cuya primera preocupación es... ¿a quién gustaré hoy?

1 comentario: