jueves, 10 de marzo de 2011

Algo tan pequeño que lleva consigo más de 3/4 partes de mi corazón.

Hoy es una de esas veces en las que te levantas por la mañana y sabes que tienes una razón para pensar que vivir, vale la pena. Porque aunque han pasado ya dos largos años, aún recuerdo esa sensación de precupación que recorría todo mi cuerpo un 10 de marzo de 2009. Fueron horas esperando una llamada. Una noticia nueva. Un adelanto. Hasta que por fín, en la noche más que en el día, entre esa dulce brisa del mes de marzo, llegó ella. Y también sus pequeños ojos que ni se abrían. Sus manos que agarraban con fuerza mi dedo y esa leve sonrisa y simpatía que se esparcía por toda la habitación y nos regalaba desde el principio.

He visto como escupía potitos y pedía a lágrima viva una aceituna más. Y también como se agarraba a la columna con una mano y bajaba un escalón con mucho cuidado. He tenido la suerte de jugar con ella al escondite y de ver lo contenta  que se ponía con tan sólo abrirle un grifo por el que corriera agua. El haber podido verla empezar a caminar y correr, comer los odiados garbanzos de la abuela, subir y bajar escaleras, bañarse en una piscina y verla con unas sandalias de plástico chapoteando, sentada en el primer escalón. Bailar, cantar canciones, hablar y actuar como alguien que ya sabe lo que hace, y lo que come, y lo que canta, y lo que escucha y lo que habla... Juro que soy yo la que me siento frágil y torpe utilizando palabras para describirla. Debilidad. Por primera vez en mi vida.

Sencillamente, vamos a decir que... a mi también me ha llenado el corazón con su risa y sus historias de guardería. Me ha hecho que la quiera más que a todo en este mundo. Me ha hecho soñar. Soñar con su vida. Soñar con el cómo será. Soñar con ser una pieza que no pudiera faltar en su rompecabezas. Ser importante para ella. Ayudarla. Enseñarle lo que a mi me enseñaron. Quererla como a mi me quisieron y me arroparon. Y por nada del mundo, dejarla sola. Porque hoy, es uno de esos días en los que, sientes que tienes una razón para seguir viviendo:

 La razón de verla crecer alimentándote de sus historias y de su vida que, a pesar de ser muy corta todavía, siento que vale más que todo lo que tiene y no tiene precio en este mundo. 

Felicidades Yolandita

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