miércoles, 23 de noviembre de 2011

En otra vida. En otro mundo. Con otro son de acordes.

Por si acaso no te olvido, he bebido más de la cuenta estos últimos años. La vida se me ha puesto de espaldas y tú no me entiendes. Y creo que yo nunca te he entendido.

Por eso he bebido más de la cuenta estos últimos años. Porque así canto más fuerte y no me escucho. Y no te escucho. Y no nos escuchamos. Y la vida pasa sin ese leve, y a veces ruidoso corazón, que parece que no existe, que no existió, que se ha perdido. Pero no. No lo ha hecho. Yo nunca he querido que lo hiciera, pese a que tú siempre has creído que yo siempre he deseado que se perdiera. Nunca te has parado a pensar qué pienso y dónde estoy. Ni que fue de mí. Ni siquiera si sigo siendo la misma a la que un día le llenabas la nariz de helado y se reía. Si me emocionan la mismas cosas, si sigo escuchando las mismas canciones, si veo las mismas películas que tanto me hacían llorar. Si sigo coleccionando frases favoritas o si me siguen apasionando los mismos zapatos rojos de siempre. Si me sigue gustando ver la primavera desde el mismo parque, o si ya la he cambiado por ver la lluvia desde el cristal. 

No sé. Todo el mundo es capaz de cambiar el tiempo. Pero pocos son los que logran curar un corazón clavado entre la cuarta y la quinta costilla. Es difícil. Pero fue tu culpa. Ya no me compro los mismos sueños rotos de antaño. Hace tiempo te vi sonreír en otra dirección. Y desde entonces, entendí que todo lo que vendría después de aquello, no me correspondía, no era mío, no podía cambiarlo. 

¿Entiendes aquella maniática frase? El destino es caprichoso. Nunca lo olvides. 

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