miércoles, 13 de julio de 2011

Existen momentos en la vida en los que sientes que te has vuelto mejor persona.

"Nada más que de pensar que no volverá a mirarme con los ojillos con los que siempre me miraba..."

Esa frase se me ha clavado en el alma. Y ahora, con la música de Jeff Buckley, recuerdo como siempre, con la patita derecha, pedía que siguieras acariciándola. Y también cómo nos cabreaba que ladrara tanto cuando tocaban a la puerta. Ella siempre había podido subirse al sofá sin problemas. Recuerdo esos brincos de alegría cuando sonaba el coche del panadero a las dos de la tarde. Sabía que faltaba poco para que llegara mamá. El ruido de sus patillas en contacto con el suelo. Su manera de amoldarse a mi cuerpo y al de todo aquel que le proporcionara calor. Y como se ponía boca arriba para que le acariciaras la barriga. Ella siempre había sido feliz con poco... Con esas barritas que le fascinaban, con una pelota que nunca llegaba a morder o con abrirle la puerta del patio. Buena. No se me ocurre otra palabra.

Hoy he aprendido una cosa muy importante. Noa me ha enseñado que se puede ser fuerte hasta el final. Y que se puede querer, también, hasta el final. Estoy segurísima que, si hubiese podido hablar aunque solo fuese por un instante, habría dicho "os quiero, no sufráis". Porque sus ojos lo decían. Yo lo sé. Hoy se ha ido alguien muy especial que nos enseñó a mi y a mi familia, muchos valores que hoy día se ponen muy en entredicho. Y es acojonante que alguien tan pequeño, tan frágil y tan inocente, haya sido capaz de hacernos ver que con un gran corazón, eres capaz de llevarte contigo todos los que quieras. Y tú sabes, y me alegro, que allá dónde vayas, incondicionalmente, tendrás los nuestros.

Y que algún día, el destino, volverá a reunirnos a papá, a mamá, a ti y a mi en el cielo de los perros. Espéranos, como siempre lo has hecho...

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